El origen del juego como tal no se conoce pero la “Leyenda de Sissa” nos cuenta una
anécdota muy educativa acerca de su supuesta creación:
Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo reinaba en cierta parte de la India
un rey llamado Sheram. En una de las batallas en las que participó su ejército
perdió a su hijo, y eso le dejó profundamente consternado. Nada de lo que le
ofrecían sus súbditos lograba alegrarle. Un buen día un tal Sissa se presentó
en su corte y pidió audiencia. El rey la aceptó y Sissa le presentó un juego
que, aseguró, conseguiría divertirle y alegrarle de nuevo: el ajedrez. Después
de explicarle las reglas y entregarle un tablero con sus piezas el rey comenzó
a jugar y se sintió maravillado: jugó y jugó y su pena desapareció en gran
parte, pues aprendió que a veces para ganar una batalla se debe sacrificar
parte del ejército. Sissa lo había conseguido.
Sheram,
agradecido por tan preciado regalo, le dijo a Sissa que como recompensa pidiera
lo que deseara. Pues siendo el tan poderoso y rico no le costaría nada, y
aseguro que no escatimaría nada para satisfacerlo. A lo que Sissa contesto:
–
Grande es tu magnanimidad, soberano. Pero concédeme un corto plazo para meditar
la respuesta. Mañana, tras maduras reflexiones, te comunicaré mi petición.
Cuando al día siguiente Sissa se presentó de nuevo ante el trono, dejó maravillado al rey con su petición, sin precedente por su modestia.
– Basta
—le interrumpió irritado el rey—. Recibirás el trigo correspondiente a las 64
casillas del tablero de acuerdo con tu deseo: por cada casilla doble cantidad
que por la precedente. Pero has de saber que tu petición es indigna de mi
generosidad. Al pedirme tan mísera recompensa, menosprecias, irreverente, mi
benevolencia. En verdad que, como sabio que eres, deberías haber dado mayor
prueba de respeto ante la bondad de tu soberano. Retírate. Mis servidores te
sacarán un saco con el trigo que solicitas.
Sissa
sonrió, mientras los matemáticos del rey hacían la cuenta de cuanto grano
deberían entregar, pero para sorpresa de ellos y fastidio del rey dicha
cantidad tardaba en ser calculada, cosa que el rey no comprendía. Hasta que
después de mucho tiempo uno de ellos le comunico al rey.
–
Soberano, no depende de tu voluntad el cumplir semejante deseo. En todos tus
graneros no existe la cantidad de trigo que exige Sissa. Tampoco existe en los
graneros de todo el reino. Hasta los graneros del mundo entero son
insuficientes. Si deseas entregar sin falta la recompensa prometida, ordena que
todos los reinos de la Tierra se conviertan en labrantíos, manda desecar los
mares y océanos, ordena fundir el hielo y la nieve que cubren los lejanos
desiertos del Norte. Que todo el espacio sea totalmente sembrado de trigo, y
ordena que toda la cosecha obtenida en estos campos sea entregada a Sissa. Sólo
entonces recibirá su recompensa. Pues la cifra a entregar es de 18 446 744 073
709 551 615 (Dieciocho trillones cuatrocientos cuarenta y seis mil setecientos
cuarenta y cuatro billones setenta y tres mil setecientos nueve millones
quinientos cincuenta y un mil seiscientos quince).
De esa
forma el Rey aprendió no solo las consecuencias de la guerra sino también sobre
humildad.
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